Give me Liberty – Frank Miller / Dave Gibbons – 1990
Estados Unidos ha volado por los aires (al menos la Casa Blanca), una compañía de comida basura se ha apoderado de la décima parte del territorio y mantiene una guerra abierta en el Amazonas donde los soldados de la PAX, la última línea de defensa de un presidente alcohólico, intentan devolver a la selva parte de su antiguo esplendor.
Martha Washington nació en el Green en 1995, su madre le mintió, le dijo que había nacido en un barrio que no parecía una cárcel, un lugar bonito sin techos de cemento ni calles envueltas en hormigón. Pero Martha sabía la verdad y tuvo que aprender a sobrevivir, a exigir un pedazo de libertad.
Frank Miller, ese tipo encargado de obras como El regreso del Caballero Oscuro, Ronin, Sin City o 300, firmó en 1990, con Dave Gibbons al lápiz, Give me Liberty, una parodia política, surrealista y distópica donde una mujer es capaz de elevarse sobre todas las cosas y encontrar la libertad a través del ejercicio de la voluntad (un tópico en todas las obras de Miller).
En un mundo donde la violencia es parte indisociable de una realidad cuyas premisas morales se basan en el libre consumo de carne precocinada mientras se aplican leyes de eugenesia social (matar a pobres y enfermos por ser pobres o enfermos), la figura de Martha pone un contrapunto humano y real a la historia. Quizá el mayor acierto de este peculiar cómic sea su tendencia a la sátira, planteando la degeneración más absurda posible para una sociedad satisfecha de sus propias miserias. Así, no parece casual que la protagonista comparta el nombre con una Primera Dama que se negó a asistir a la investidura de su marido como presidente (el primero de la historia) de los Estados Unidos, mientras se erigía como símbolo de una joven e incipiente nación; tampoco parece casual que sea una mujer, ni que sea negra y que haya nacido en una suerte de barrio-prisión. Sólo otro personaje tendrá ese halo de perfección moral, una pequeña telépata terriblemente desfigurada capaz de cambiar el rumbo de la historia.
La progresiva degeneración del entorno toma forma a través de los personajes secundarios y de los esperpénticos conflictos que Miller desarrolla en un juego de evidente contradicción, a través de un discurso irreverente y provocador, y donde la única salvación aparente es el triunfo de la voluntad.
Donde tantos fracasan, Martha Washington es libre.
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