Bienvenido a V de Vendetta, una distopía en toda regla.
No te preocupes si nadie se ha parado a explicarte lo que es una “distopía”, estás bastante habituado a ellas: Robocop, Elysium, Desafío total, incluso Los juegos del hambre y Divergente son mundos distópicos, futuros no muy lejanos donde algo (o todo) ha salido mal y el mundo es un lugar más gris y deshumanizado, así que no busques dibujos brillantes y colores fuertes, no los encontrarás.
Pero acepta un consejo: recorre lentamente las viñetas y fíjate en los colores, esos tonos pardos, las notas vivas son breves y siempre (siempre) existe la oscuridad, en los rincones rodeando la escena, oculta como un traje o proyectada sobre la cara de ese tipo, por importante o insignificante que parezca. Después te resultará difícil imaginar de otro modo un mundo decadente en el futuro.
Vale, de acuerdo, V de Vendetta transcurre en 1997, y eso no es el futuro, al menos no el nuestro, pero si tenemos en cuenta que el primer borrador es de 1975 y que el cómic se publicó durante la década de 1980 quizá todo encaje mejor. En un ambiente político enrarecido, como fue durante aquellos años en Inglaterra, se nos presenta un escenario asolado por la destrucción, donde los campos de concentración han reducido a la población civil de forma drástica. Los afortunados supervivientes de la purga moral y racial son protegidos y amados a través de los distintos órganos de gobierno. Las similitudes con la novela 1984 (ese libro que hay que leer alguna vez en la vida) no son casuales.
En este mundo, nos presentan a V, pero no nos precipitemos, V no es un héroe, es el villano de vodevil que hará volar por los aires todo cuanto conocemos; sin embargo nos cae bien, recita a Shakespeare, escucha a los Rolling Stones, le gusta el cine y las series de entretenimiento, regala rosas y es capaz de mostrar ternura incluso cuando mata. V es el mejor amante, un buen padre, el más audaz y noble enemigo, V es la idea tras la máscara. La misma idea que nos conduce durante toda la historia. De hecho, gran parte del interés de la historia se encuentra en que todos los personajes reflejan una parte del ser humano, crecen o se hacen pequeños y son parte del hilo conductor; el narrador se diluye en las miserias de cada uno de ellos y nos permite a nosotros bajar y acompañarles en su vida, para después poder elevarnos con Evey Hammond (la más humana de todos ellos), transfigurada en una suerte de alegoría sobre la responsabilidad, a veces dolorosa, de ser libre en un mundo no siempre justo.
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