Misfits: la juventud muta

¿Qué hacemos con la chavalada que se porta mal? Pues nada, unas horas de trabajo comunitario y hasta la próxima… Pero… ¿Qué pasa si esa chavalada, además de ser anti-social, inadaptada, mal educada, conflictiva, etc., etc., etc., de repente, obtiene fantásticos poderes que pueden alterar su vida y su entorno? Ese es el punto de partida de Misfits, la serie de televisión británica creada en el año 2009 por Howard Overman.

Misfits nos emplaza aquí y ahora, en los suburbios de una ciudad inglesa (podría ser Londres, pero también Manchester o Sheffield), y la situación es relativamente normal: un grupo de cinco jóvenes se ven obligados a realizar trabajos comunitarios como consecuencia de diversas faltas. Sus variopintas personalidades provocan constantes choques en el grupo, y el espectador puede pensar que está viendo una serie sobre conflictos sociales y de clase (y hasta cierto punto es cierto) pero todo se altera cuándo, de repente, un extraño fenómeno meteorológico transforma a los protagonistas.

Cada uno de ellos adquiere un poder directamente relacionado con su personalidad: Kelly, a la que siempre juzgan por su procedencia y su acento, es telépata; Curtis, un atleta que intenta escapar de un error del pasado, puede retroceder en el tiempo; Alisha, de exuberante sexualidad, puede conducir a sus parejas hasta un estado de éxtasis tal que hace peligrar sus vidas; Simon, tímido y que intenta conseguir la aceptación del grupo, logra hacerse invisible… Y Nathan… Bueno, Nathan, es un caso aparte…

Pero si bien el centro de la serie es la relación que se establece entre los protagonistas principales y cómo afrontan los problemas, pronto quedas atrapado en una trama intrigante que se desata cuando Tony, el supervisor del grupo, ataca a los jóvenes y éstos lo matan, y que se va complicando cuando descubren que existe un nuevo culto respaldado por un grupo de jóvenes ultraconservadores que también poseen poderes…

Misfits bien podría ser la versión europea de X-Men, si el guión lo hubiera escrito Deadpool en persona, con altas dosis de humor negro, una profunda carga dramática, y una banda sonora que no tiene desperdicio.