La guerra de los mundos (The War of the Worlds – H. G. Wells – 1898)
“[…] A través de los abismos del espacio, espíritus que son a los nuestros lo que nuestros espíritus son a los de las bestias de alma perecedera; inteligencias vastas, frías e implacables, contemplaban esta tierra con ojos envidiosos y trazaban con lentitud y seguridad sus planes de conquista”.
¿Cuál es el mayor horror imaginable en una guerra? La supremacía absoluta del enemigo. No tener nada qué hacer, adónde huir, ver cómo una tras otra tus esperanzas se desintegran con la misma facilidad con la que arde la carne humana. Esto descubrieron, de la forma más dura, los habitantes de Inglaterra el mismo día en que advertimos que no estábamos solos en el universo. No fue necesario buscar a los extraterrestres fuera, ya vinieron ellos por su cuenta.
Todo empezó con la caída de lo que parecía un meteorito en el campo de Horsell, en Londres. De él emergió el primer gran trípode, una gigantesca nave marciana con tentáculos que avanzaba a grandes pasos por la campiña británica haciendo estragos entre las unidades militares, al tiempo que iba capturando personas como una siniestra cosechadora. Fue el primero, pero no el último: a él le siguieron decenas, cientos, todos siguiendo la misma implacable tarea de destrucción.
Los periódicos, y con más celeridad aún la radio, dieron la noticia de inmediato: grandes astronaves de procedencia desconocida se multiplicaban por todo el globo. Uno de nuestros antiguos temores, que el cercano planeta Marte albergara vida inteligente, y que ésta fuera hostil, se confirmaba. El ser humano, que apenas acababa de entrar en la modernidad y probar las mieles de la transformación global por medio de la tecnología, se vio superado en cuestión de días por una inteligencia superior que le hacía sentirse de nuevo como una especie primitiva poco más evolucionada que cualquier simio del zoo.
De nada sirvió evacuar las grandes ciudades, ni emplear toda la aviación y artillería de nuestros ejércitos. Todas las defensas fueron cayendo una a una, con los escasos supervivientes corriendo de un lado a otro a lo largo y ancho de un paisaje tapizado de cadáveres.
¿Cómo consiguió sobrevivir la humanidad a esta invasión insuperable? Tendréis que leerlo si es que no conocéis la historia: basta por ahora con apuntar que no fue por la genialidad estratégica del hombre, sino todo lo contrario, por los errores del enemigo.
“Hemos aprendido a no considerar en lo sucesivo nuestro planeta como segura e inviolable morada del hombre; nunca sabremos prever qué bienes o qué males invisibles pueden sobrevenirnos del espacio”, advertía H. G. Wells en su epílogo de La guerra de los mundos. Y así fue: a esta primera gran invasión extraterrestre le han seguido otras muchas en la literatura, el cine y la televisión, pero todas sin remedio nos dejarán una sensación de ‘déjà vu’. Porque nosotros ya estuvimos allí en la campiña inglesa observando aterrados el cráter del que había de emerger el terrorífico trípode, aquel día de 1898.
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