Fahrenheit 451 (Fahrenheit 451 – 1953 – Ray Bradbury)
(En una sociedad apática y muy parecida a la nuestra…)
Usted no piense. ¿Para qué calentarse la cabeza si la televisión ya le ofrece lo que debe pensar? Conduzca rápido, deprisa, deprisa, sin tiempo para pensar. Trabaje. Vea la tele. Tararee las sintonías de los anuncios publicitarios. Póngase cómodo. Dése gustito. Tenemos el fármaco exacto que usted necesita. Sea feliz. No se preocupe. Nosotros, los bomberos, somos los Guardianes de la Felicidad.
Nada de hacerse preguntas, ni de charlas con la familia o los amigos. Su familia está en la pantalla, en su propia salita de estar. Todo con el beneplácito de los ciudadanos, claro está. Mientas tengan la sensación de que piensan por sí mismos, votarán lo que se les diga. ¡¿Pero han visto ustedes qué guapo es nuestro Presidente?!
Pero, sobre todo, ¡nada de libros! Nada de literatura, de política o de filosofía. ¡Los libros deben ser pasto del fuego purificador! ¿Sabía que 451 grados Fahrenheit es la temperatura a la que arde el papel? ¡Ah, esas brillantes llamas que todo lo limpian! ¡Nada de libros! Los libros sólo traen quebraderos de cabeza. La lectura puede llevar a cuestionar, al inconformismo. ¡Y de ahí a la rebeldía, hay un paso! ¡Esos que se llaman sabios no son más que una minoría extravagante y lamentable que clama en el desierto! No hay nada mejor que la ignorancia, la mediocridad y la uniformidad, ¡para algo nos esforzamos en hacernos a todos iguales!
¡Nada de libros! Sin cultura, sin historia, sin recuerdos. No hay dolor. No hay llanto. Amnesia y anestesia: ¡la receta de la felicidad!
Ahora que se empieza a valorar la posibilidad de echar mano de obras de ciencia ficción en los programas escolares, esta novela de Ray Bradbury debería estar incluida en cualquier lista de títulos que se intente. En este mundo nuestro, mirarse en el espejo que nos presentaba «Fahrenheit 451» ya en 1953 podría resultar de lo más instructivo y saludable…
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