Si quisiéramos etiquetar esta película, basada en el musical de Richard O’Brien con el mismo título, The Rocky Horror Picture Show, la lista de etiquetas sería interminable: ciencia ficción, serie B, serie Z, cabaret, musical, terrorífica, cómica, absurda, cutre (?), glam, surrealista… y no acabaríamos. En realidad, la película es inclasificable.
La cinta, dirigida por Jim Sharman en 1975, que narra las desventuras de una pareja de jóvenes recién prometidos que por una serie de circunstancias acaban siendo los invitados de honor en un terrorífico castillo lleno de freaks, extraterrestres y personajes travestidos, se ha ido convirtiendo con los años en un objeto de culto, a pesar de lo absurda y transgresora, y de haber sido denostada por la crítica en su día. Tan solo Brian de Palma se atrevió con algo parecido un año antes, experimento que tituló El fantasma del paraíso, con un resultado igualmente singular y tampoco apto para académicos.
Pero esta reseña no trata de la película como tal, sino de su banda sonora. Y aquí es donde podemos hablar de Richard O’Brien, el creador del musical, auténtico artífice de esta colección de locuras en forma de canciones. Podemos hablar también de glam en estado puro y, sobre todo, podemos hablar de la voz del Tim Curry más excéntrico e histriónico, un Tim Curry que nunca regresaría.
Desde el punto de vista puramente musical, no podemos pasar por alto que David Bowie y T-Rex avalaran esta banda sonora, lo que nos da una idea de la calidad la misma. Canciones como I can make you a man y I’m going home hacen de Tim Curry la estrella de la película, pero, sobre todo, de la parte musical de la cinta, que es lo que nos ocupa ahora. Seguramente, la pieza que mejor define la esencia de este musical es Sweet Transvestite, interpretada también por el gran Tim Curry, donde el estribillo «I’m just a sweet transvestite from transexual Transylvania» se repite hasta el apoteósico final, estribillo que supone el epicentro del musical.
Muy destacable también es el tema Hot Patootie, interpretado por un joven de 28 años que se hacía llamar Meat Loaf. La escenografía de este tema en la película es sencillamente delirante, con el intérprete pilotando una gran motocicleta y atropellando a todo el que se encuentra en su camino. Además, una también muy joven Susan Sarandon se atrevió e interpretó en solitario Touch-A, Touch-A, Touch Me, además de participar en otras tres de esta serie de alocadas, glamurosas, absurdas, terroríficas e inolvidables canciones.
Para quien quiera pasar un buen rato con buen glam rock, esta banda sonora es, sin duda, imprescindible. Aunque lo mejor es ver la película. Sin ningún tipo de prejuicios, por favor…
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