La Tierra permanece

La Tierra permanece (Earth Abides – George R. Stewart – 1949)

Hoy en día, novelas, películas y series ambientadas en el mundo arrasado por una catástrofe de un tipo u otro, hay a patadas. Pero cuando se publicó esta gran novela –1949– no había tantas. De hecho, fue en aquella época, muy pocos años después del final de la II Guerra Mundial y las dos bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, cuando la temática post-nuclear y post-apocalíptica empezó a proliferar, primero con desastres nucleares y luego con todo lo que se nos ha ido ocurriendo.

Con todo y con eso, en esta magnífica novela, el desastre no es consecuencia de armas nucleares ni guerras: un virus de origen desconocido ha provocado la extinción de la civilización humana, dejando a nuestro protagonista, el geógrafo Ish Williams, frente a la posibilidad de ser el último ser humano en el planeta Tierra.
Pero no nos dejemos engañar por este planteamiento que hoy nos resulta tan familiar, pues no es más que el escenario para un recorrido por aspectos esenciales de la vida, del ser humano y de la civilización.

«Todo pasa y todo queda, / pero lo nuestro es pasar… «

A través de una narración que sorprende por su efectividad y sus afinadas descripciones, adictiva, sin los tópicos habituales del género, acompañaremos a Ish en su vagar por la nueva circunstancia, explorando a través de su mirada racional y sosegada la realidad del desastre, sin melodrama, afrontando los cosas tal y como vienen; las penas y las alegrías, las derrotas y las victorias, la desolación y la esperanza, sin más trama ni lógica –ni menos– que las de la propia vida. Y con Ish veremos pasar el tiempo, la juventud, la madurez y la vejez, con lo que dejamos y recogemos a lo largo del camino.

Una novela emocionante, honda y reflexiva, que nos habla de nosotros y de la inmensidad de la vida, de los cambios, del mundo y de lo anecdótico de nuestra presencia en su devenir. Una gran obra de literatura que, al margen del género al que pertenezca, merece ser leída.

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