Altered Carbon – Laeta Kalogridis – Skydance Productions – 2018
¿Imaginas que, tras un accidente, despertaras en un cuerpo distinto al tuyo? ¿Conservarías tu personalidad intacta si la imagen que te devuelve el espejo no se corresponde con la que siempre has tenido? Es probable que cualquiera de nosotros sufriéramos un fuerte trauma, pero si te llamaras Takeshi Kovacs, ni te plantearías estas preguntas.
Serías un tipo duro, implacable en la consecución de tus objetivos, curtido en mil batallas como Brigada de Choque en las guerras interestelares, y entrenado para superar el impacto de verse enfundado en un nuevo cuerpo tras haber perdido el anterior. Esta suerte de inmortalidad es posible gracias a una pila cortical alojada en la columna vertebral, disponible para todos los seres humanos de este futuro cibernético y que, a modo de disco duro, almacena nuestra personalidad y nuestros recuerdos.
¿Crees que todos los seres humanos de esta sociedad cibernética disponen de las mismas opciones de reencarnación en nuevas fundas? Claro que no. El poder económico marca la diferencia. Mientras los miembros de las grandes fortunas (llamados Matusalén o mat, de manera abreviada) pueden tener multitud de copias de sus propios cuerpos para ser “literalmente” inmortales, el resto de la población solo podrá reenfundarse en cuerpos sintéticos o que estén desocupados porque sus dueños originales estén cumpliendo una condena y estén almacenados.
En la novela Altered Carbon (Carbono modificado), de Richard Morgan, uno de estos mat encarga el reenfundado de Kovacs en el cuerpo de Elias Ryker, un oficial de policía de Bay City (un trasunto de San Francisco), con la misión de investigar un crimen. Con este planteamiento, la historia toma los tintes de una clásica novela negra y aparecen los elementos habituales: sospechosos de mirada torva, callejones sucios y oscuros, antros decadentes y peligrosos; pero todo bañado en una ambientación cyberpunk propia de este futuro distópico: tecnología a raudales, inteligencias artificiales, cacharros voladores y perversas corporaciones pintan un escenario, que recuerda a la imprescindible Blade Runner, de lo más sugerente.
Leer Altered Carbon o ver la serie homónima tiene muchos alicientes: adivinar quién está detrás del crimen, reflexionar acerca de la identidad humana y la relación entre mente y cuerpo, sumergirte en su ambientación cyberpunk o, simplemente, seguir las correrías de Takeshi Kovacs por Bay City. ¿Por qué te decantas?
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